Me quiero
Me quiero. Es un hecho: algo que siempre he sabido. La clave es quererse a una misma para que posteriormente, puedan quererte los demás. Si tú no te quieres en todo momento, sin condiciones, no hay nada que hacer. Ninguna persona nos quiere más que nosotros mismos, ni siquiera nuestros padres. No obstante, hay personas que no se valoran nada, que no se tienen la suficiente estima para poder ser felices. Si permites que las inseguridades se abran paso, no te estarás tratando como te mereces. El dolor es ocasional, el amor propio es lo que debe permanecer siempre.
Voy a convivir conmigo misma toda la vida. Me gusta cómo soy, cómo afronto mis días desde que me levanto hasta que me acuesto, lo que es fundamental para aceptarme y valorarme. Con mis errores y mis aciertos, mis temores y mis ilusiones, mis tristezas y mis alegrías. El conjunto de todo ello conforma quién soy, en quién deseo convertirme y hacia dónde espero dirigir mis pasos.
Puedo equivocarme muchas veces, o quizás no, pero las decisiones que tomo, para bien o para mal, son mías, son conscientes, están bien pensadas. No surgen de la nada. Algunas de mis actitudes responden a mis caprichos más temporales, otras nacen de una profunda reflexión destinada hacia la búsqueda de la felicidad. En ocasiones, incluso no tomar una decisión ya supone decidir. Porque quedarte tal y como estás también es elegir: es la opción de no cambiar, de seguir del mismo modo y que todo continúe igual.

No tengo miedo o al menos, nunca he tenido la necesidad de tenerlo, al no toparme con situaciones que me despierten tal sentimiento. No me asusta el cambio, pero tampoco lo busco sin más, porque sí. Siempre medito sobre ello, sobre la posibilidad de evolucionar y buscar otros horizontes vitales. Elijo lo que considero más adecuado para mí y para los que me rodean, porque no me gusta ser egoísta aunque la decisión sea mía. Cambiar no es malo, forma parte del proceso que supone vivir. Quien no cambia, no vive con plenitud. Quien se estanca, se muere por dentro.
Estamos solos en esta vida: es una frase que leí hace un tiempo y que me parece absolutamente cierta. Los demás son un complemento bastante importante, pero lo principal es que cuando ellos se vayan, nos quedaremos con nosotros mismos, con nadie más. La única verdad es que nadie puede comprender los problemas o las inquietudes de una misma y solucionarlos en consecuencia. El desenlace de cualquier conflicto está en manos de uno mismo. Si tú no eres capaz de salir del trance, no saldrás nunca, jamás, porque nadie lo hará por ti; es tu responsabilidad y tu obligación lidiar con lo tuyo, tú sola. Podrán ayudarte, pero es probable que la ayuda no sea la que tú necesitas, sino más bien todo lo contrario. La solución correcta saldrá de ti. Siempre.
En las buenas, salen amigos hasta de debajo de las piedras. En las malas, a veces, te cansas de buscar y no encontrar. Incluso, ya ni buscas, porque sabes muy bien qué puedes esperar de ciertas personas. Y es magnífico comprobar que estás en lo cierto. Si eres afortunada y tienes amistades sólidas y muy bien definidas, quizá haya pocas sorpresas. Si no existe la suficiente claridad en este asunto, puede que te la estés jugando. Y aquí interviene también el amor propio: quiérete hasta el punto de saber bien en quién puedes confiar y en quién no.