En constante cambio
Vivimos en una sociedad en la que el cambio es constante. Nada permanece estático. Todo evoluciona o se modifica, a cada minuto, sin descanso. El trabajo, las relaciones de pareja, las amistades, las rutinas del día a día, incluso las costumbres. Todo cambia. Y a un ritmo espectacular. Lo que hace unos años te apasionaba, puede que mañana no te provoque ni el menor entusiasmo. Cuando ya te has adaptado y has asumido una situación, de repente, debes abordar otra nueva. A veces, quieras o no. Y de cómo asumas ese cambio, dependerán los acontecimientos posteriores.
Hay personas que no soportan que les modifiquen su día a día, especialmente si el cambio no depende de ellas. En los tiempos que corren, tener problemas para adaptarse a las novedades es un lastre que te deja en una posición de desventaja. Actualmente, o te adaptas con rapidez o te quedas atrás. Ni más ni menos. El ritmo frenético con el que se construye absolutamente todo hoy en día exige estar al cien por cien en cuanto a predisposición al cambio se refiere. No esperes que todo siga igual, porque incluso teniendo un puesto de trabajo muy estable, por poner un ejemplo, quizá dentro de un tiempo (más o menos corto, quien sabe) tengas que enfrentarte a nuevos retos. Y puede que no te gusten.
La personalidad de cada uno es fundamental para lograr una capacidad de adaptación más o menos buena. Quienes se ahogan en un vaso de agua por cualquiera nimiedad, lo harán aún con mayor intensidad cuando tengan que enfrentarse a un cambio brusco. Incluso si ese cambio es para mejor. El miedo a la novedad, a lo desconocido, es un potente paralizante para los que no saben cómo gestionar todo lo nuevo que se les viene encima. En el lado contrario, por supuesto, hay gente que maneja de maravilla todas las novedades que llegan a su vida. La ausencia de inseguridades les permite pisar fuerte y afrontar, sin más, lo que venga.

La flexibilidad mental es una gran virtud para poder desenvolverte en este mundo donde únicamente somos cifras. No importa que te dejes la piel en aquello que te gusta, porque existe algo que está muy por encima de eso: la competencia. Somos muchos y aprendemos rápido. Y si tú no estás, otro llegará que cubrirá tu puesto. No hay nadie imprescindible, ni siquiera en el amor. Porque los sentimientos, al igual que los hechos, también se modifican. Y no a propósito, ni tampoco necesariamente para bien. Solo eres irremplazable para tus padres, y en los casos más crueles de esta sociedad, a veces, ni eso. Así están las cosas.
Si te estancas en tu mala suerte, tu desdicha o tu nefasta e incomprensible habilidad para estar en el momento menos oportuno y con la gente menos recomendable, no lograrás atraer nada positivo. Con una actitud optimista, conseguirás más cosas de las que puedas imaginar. El poder de la sonrisa, como dicen por ahí. Sonríe al mundo y el mundo te sonreirá. Si estás triste, atraerás negatividad.
Por eso, no podemos perder la esperanza de que, aunque el cambio siempre estará ahí, llegará el día definitivo en el que se produzca la modificación certera que marque el inicio de importantes acontecimientos, que nos conduzcan a las circunstancias que siempre hemos deseado vivir. Nunca es tarde para confiar. Algo grande nos espera.