¿Por qué lloramos?

05.04.2017

Llorar es necesario en ciertos momentos; creo que eso nadie lo discute. Hace unos dos años, rechazaba por completo la idea de derramar lágrimas como medio de desahogo, ya que no me ofrecían ninguna solución práctica ni inmediata; ninguna solución en realidad. Después de llorar, los problemas siguen estando ahí, incluso a veces, más graves que antes. Aparentemente, nada cambia, salvo que se nos hinchan los ojos y la cara y nos cuesta respirar por culpa del sofoco innecesario que nos llevamos. Es una sensación similar a la que experimentamos con un resfriado, porque suele taponarse la nariz, y a eso le acompaña un desagradable picor de ojos.

El llanto es una acción que está limitada a los seres humanos, que es común y está socialmente aceptada. Es un complejo fenómeno secretomotor que permite al aparato lagrimal segregar lágrimas sin que las estructuras oculares se vean afectadas. Existe una conexión neuronal entre la glándula lagrimal y las áreas del cerebro vinculadas a las emociones. Hay teorías sencillas que explican que lloramos por una reacción física al dolor, otras que sostienen que se trata de un tipo de comunicación no verbal que describe un estado de ánimo, y algunas que nace como propósito bioquímico para eliminar toxinas del cuerpo y liberar el estrés.

Durante la mayor parte de mi vida, apenas he llorado; ni me salía ni lo necesitaba (o por lo menos, eso creía). Y me enorgullecía de ello. Hasta que crecí y se modificó esa tendencia, aunque no mis pensamientos a ese respecto. No llorar me supone un triunfo personal, es una pequeña victoria diaria. Lo que ahora me cuesta conseguir, en mi adolescencia era bastante sencillo: no tenía ninguna preocupación, dolor o problema que me hiciese llorar; era una acérrima defensora del optimismo y la entereza. Por supuesto, la madurez y la sucesión de experiencias cambian la perspectiva con la que se mira la vida.

El llanto emocional no siempre significa lo mismo. Puede surgir fruto de la rabia contenida, transmitir una emoción intensa al ver una película que nos haya gustado mucho o al presenciar un instante especialmente bonito, ser un indicativo de alegría o de tristeza por los acontecimientos vividos, o ir unido a la más profunda desesperanza o incluso a la depresión. Si me centro por un momento en el aspecto negativo de las lágrimas, pienso que incrementan el sufrimiento, porque si te encuentras mal, basta que llores para que termines de hundirte en el lodo: su utilidad es bastante cuestionable. Da la impresión de que nada es tan grave si no lloras, salvo que seas tan frío como un témpano de hielo o llores con demasiada frecuencia.

Desde mi punto de vista, llorar no es práctico. Quizá, lloras porque no eres lo bastante fuerte como para afrontar lo que se te viene encima, y como te sientes desbordada por la situación, entonces recurres a las lágrimas. Durante el llanto, encuentras cierto desahogo y consuelo interior, sí, pero después, te quedas peor de lo que estabas: con un dolor de cabeza que no lo alivia ni el ibuprofeno. El agotamiento físico que aparece después del llanto es un lastre que no ayuda. Tiempo que pierdes con los lamentos, es tiempo que no dedicas a buscar soluciones que realmente, te hagan sentir mejor. Y es tiempo que nunca vuelve. Entonces, el conflicto se prolonga más de lo deseable.

No obstante, por mucho que luche contra ello, nadie puede escapar al llanto. Es un mecanismo que tarde o temprano, nos alcanza, porque cualquier situación mediamente complicada, agobiante o incómoda, puede hacernos llorar. Mis palabras no deben malinterpretarse: no es malo llorar. Lo malo es reprimirse por miedo al qué dirán o no hacer nada para cambiar un mal momento. Si quieres llorar, hazlo, pero no pierdas más tiempo del estrictamente necesario; sécate las lágrimas y continúa.

La parte positiva que le veo a las lágrimas es que te cierran el estómago, lo que es estupendo si estás llevando a cabo una dieta de adelgazamiento. Con lo que cuesta quitarse el hambre si eres una persona a la que le encanta comer, lo veo una ventaja enorme. El llanto también es bueno si no tienes ganas de hacer nada en toda la tarde. Con la cara que se te queda después, ya tienes una excusa creíble para no salir si alguien te propone un plan; siempre puedes decir que algún producto ha debido causarte alergia y listo. Lo importante es que, por muy complicado que parezca todo, seamos capaces de ponerle sentido del humor a la vida y a nosotros mismos. 

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